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La mayoría de los equipos trabaja hoy en función del algoritmo. Se crean contenidos que optimizan para el alcance, no para la emoción, estrategias que persiguen lo que la plataforma “premia” y no lo que la gente valora. Mientras tanto, dashboards completos se llenan de indicadores que parecen decir mucho, pero explican poco.
La data muestra millones de interacciones, pero rara vez revela la razón profunda por la que una persona decide detenerse, conectar o pertenecer a una comunidad.
El tema es que cuando no entendemos ese “por qué”, la información se congela; se vuelve estática, inútil. Es lo que yo llamo data freezing: datos acumulados, pero sin movimiento, abundancia sin interpretación.
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La cultura, en cambio, nunca está quieta. Cambia, muta y evoluciona a un ritmo que los modelos tradicionales difícilmente alcanzan, por eso tantas marcas pierden relevancia aun invirtiendo más que nunca en tecnología. Porque el problema no es cuánto medimos, sino cómo leemos y sobre todo, desde dónde leemos.
En Goldfish llevamos años enfrentando esta tensión. Sabíamos que necesitábamos una forma diferente de aproximarnos a la información, no queríamos una tecnología que solo ordenara datos, necesitábamos una tecnología que nos ayudara a entenderlos; que reconociera patrones culturales, comportamientos emergentes, pero también que nos permitiera activar esa data de una manera más ágil y empezara a revelar el “por qué importa”.
Y justamente esa es la esencia de GoldfishDNA, una tecnología que usa inteligencia artificial no para automatizar la lectura de datos, sino para ampliar su profundidad. Analiza audiencias, costos, performance y señales culturales como un sistema vivo, no como una planilla estática. En lugar de congelar información, la activa y la convierte en decisiones, en oportunidades, en claridad estratégica. Y lo hace desde un lugar donde la cultura sucede de verdad: el Influencer Marketing. Porque ahí es donde las personas expresan identidad, afinidad y pertenencia y donde el contenido no solo se consume, sino que se interpreta y se comparte.
GoldfishDNA existe porque la data, por sí sola, no construye marcas, lo que las construye es la capacidad de leer la cultura y actuar en consecuencia y esa lectura no se logra llenando dashboards, sino entendiendo a las personas detrás de ellos.
Cuando la tecnología deja de trabajar para los algoritmos y empieza a trabajar para la comprensión humana, la data se vuelve algo mucho más poderoso: se vuelve sentido.
Tal vez ese sea el verdadero futuro del marketing. No uno donde las marcas compitan por tener más información, sino por tener la capacidad de interpretar lo que esa información significa para la gente. Porque cuando los datos aprenden a hablar el idioma de la cultura, las marcas dejan de perseguir tendencias y comienzan a crearlas.